Ese maravilloso lujo de llegar a un pequeño pueblo de la Costa gallega y disfrutar de unos grandes percebes recién traídos a la lonja o de una fresquísima merluza simplemente aderezada con aceite y pimentón, o la deliciosa experiencia de saborear el mejor atún de almadraba en un chiringuito en Barbate, son momentos difícilmente repetibles en nuestra moderna y siempre puesta al día capital.
Pese a ello siguen surgiendo en la ciudad propuestas honestas, bien tratadas, modernas y frescas que nos devuelven la ilusión y los olores y sabores de esos momentos de ocio costeros donde todo parece acompañar para conseguir una experiencia sensorial perfecta.Este fin de semana he podido disfrutar con mi mujer- dice que no escribo nunca de ella en este blog-Un beso para ti siempre!!!-de dos maravillosos locales donde los aromas y texturas del sur más gaditano y de la Galicia más profunda se reivindican en entornos cuidados, vistosos y elegantes.
En Núñez de Balboa 104 Jose Calleja abrió hace poco más de un año, Surtopía.
De origen sanluqueño y formado en cocinas como Goizeko Kabi o Pedro Larumbe, el siempre atento e insultantemente joven chef gaditano, propone en su restaurante una revisión de las clásicas recetas andaluzas con una dosis de concreción y pureza que nos retrotrae a las plazas de su Cádiz natal, a los arenales de su Atlántico blanco y ventoso.
El local es pequeño. Dividido en un espacio para tapear-raciones y medias raciones ayudan a la tarea- y una zona de restaurante un tanto estrecha, separada por un cortinaje discreto.
Cuenta con una carta ajustada y concreta-no diría corta- y según leímos un menú degustación con posibilidad de maridaje, que al menos nosotros no vimos.
Probamos sus famosas tortillitas de camarones-sin duda alguna las mejores que he comido nunca-sin la mínima grasa, con un intensísimo sabor a mar y una textura perfecta, crujientes y jugosas a la vez.
Para continuar unos callos con garbanzos, suntuosos y delicados, de un intensidad de sabor, próxima al puchero andaluz que humea tras las esquinas de los pueblos blanquecinos de la sierra de Cádiz-, potente y meloso a la vez.
Los segundos no desmerecieron la opinión inicial. Una hurta roteña guisada, sensacional, siguiendo la mejor tradición del guiso marinero andaluz, pero renovando el concepto en un tratamiento original y nada pesado. Y un tataki de tiburón, algo soso a mi entender pero que a mi mujer le resultó suave y sabroso. La carta cuenta además con otras delicias como gambitas de Huelva, un muy exitoso cazón en adobo o una corvina a la plancha con trigueros de aspecto más que apetecible.
A la hora de los postres nos decantamos por un queso de cabra payoyo gaditano con helado de nuez garrapiñada, resultón y bien empastado. La tarta de manzana, a pedir con media hora de antelación, tampoco parece despreciable.
El servicio muy correcto, con las recomendaciones de Calleja desde la entrada, haciéndote sentir a gusto y en casa, pero sin agobios. Los vinos todos de etiquetas andaluzas y una maravillosa manzanilla de inicio. Por ponerle alguna pega, decir que las raciones son ajustadas pero la potencia y la terminación de sus platos hace olvidar este detalle. El precio más que razonable.
En resumen un maravilloso restaurante andaluz donde un joven chef lleno de talento oficia con toda la ilusión del mundo y una referencia constante a esas raíces que tantas adhesiones tienen en la capital.
Lo primero que atrapa en Pulperia Vilalúa (Jorge Juan 71) es su decoración. Paredes en granito tamizadas por una madera en tonos claros, buscando calidez, lejos de las tascas gallegas de siempre; con una vuelta de tuerca en la modernidad de la propuesta.
Líneas depuradas para cualquiera de sus dos locales-en Ayala 81 y Jorge Juan– y una configuración del local que aconseja visita mejor en pareja o grupo reducido, que en grupo grande.
Al frente del local tres emprendedores gallegos con la misma juventud o mayor que el gaditano Calleja. Aquí se viene a comer pulpo a feira de la Ria de Onx– el que se considera el mejor pulpo de Galicia– y es cierto que es espectacular.
Fresquísimo, en su punto perfecto de cocción y dureza, con un neutro aceite de oliva para potenciar el sabor del pulpo y quizá-solo por ponerle un pero-con un pimentón bastante picante. Se ofrece en media y ración completa y con la opción de acompañarlo de unos intensísimos y sabrosos cachelos por solo 1,5 € ración. Galicia en estado puro.
Todo es gallego en el local, desde el pan que lo acompaña, los tazones de Ribeiro o Albariño, la música que pone la banda sonora, el agua de Mondariz. El homenaje a la tierra continúa en la carta, presentada en madera como el resto del local. Empanadas de trigo de raxo o atún, muy frescas y suaves, pimientos del padrón, dos tipos de mariscos según van recibiendo directamente de la lonja, carne richada. Incluso tienen una propuesta muy original en la que te preparan un menú en base al dinero que quieres gastar o en base a lo que puedes comer.
En resumen, un regresar a Galicia en elaboraciones sensibles y bien acabadas. Un acercamiento original y estiloso a la taberna galaica de toda la vida, manteniendo la esencia de sus recetas y la excelencia de su materia prima.
En la vuelta a casa de nuevo contemplamos esa playa inmensa y solitaria, con las olas batiendo constantes y cadenciosas, con la luz del sur y la bruma del finisterre. Adormecidos por el deseo de descansar al sol.